En todos estos años que llevo ejerciendo como traductora me he
encontrado con textos de índole muy diferente. Enfrentarse a cada uno de ellos
supone un nuevo reto desde el punto de vista profesional, pero también desde el
punto de vista emocional.
Y es que he comprobado que la temática del proyecto que tengo entre
manos afecta de manera directa a mi estado de ánimo de ese momento, para bien o
para mal.
Quizás esto es algo que se presupone en otras profesiones (médicos,
psicólogos, astronautas, etc.) pero no en la nuestra. No obstante, traducir
despierta un abanico importante de emociones.
¿Quién no se ha reído a mandíbula batiente con las series de
televisión cómicas del tipo Dos hombres y
medio o Friends? Al igual que el
espectador, el propio traductor pasa ratos muy agradables y divertidos cuando
trabaja con los guiones de estas series, de dibujos animados para adultos o de
comedias. ¿Os imagináis cómo se lo debió pasar Nino Matas cuando tradujo El gran Lebowski?
La otra cara de la moneda la encontramos en los documentos más
formales y con una carga emocional mucho más negativa.
Al trabajar para órganos judiciales, pasan por tus manos algunos casos
que te producen verdaderos escalofríos. Desapariciones misteriosas de chavales
en fiestas raves, asesinatos, robos con violencia, accidentes mortales, autopsias,
narcotráfico, abusos, etc. Al conocer estos sucesos con todo lujo de detalles te
invade una tristeza que te acompaña por lo menos mientras dura el proyecto.
Con determinadas denuncias, puedes llegar incluso a sentir rabia e
indignación al ver las injusticias que se cometen.
El año pasado tuve la gran suerte de participar en la interpretación del
Dr. Jean Luc
Montaigner, Premio Nobel de Medicina en 2008 y Príncipe de Asturias en 2000.
Quedé absolutamente fascinada con lo que aprendí acerca de la investigación realizada
en la lucha contra el sida.
Imagen cedida por http://www.shawellnessclinic.es/
¡Exacto!
Traducir para marcas de lujo te acerca a un mundo inaccesible para la
mayoría de los mortales y te lleva incluso a odiar -de pura envidia- a los que
lucen con descaro ese must de Dior,
ese Ferrari rojo último modelo o esos Blahnik que te hacen perder el sentido.
Frente a este buen rollo contagioso, están esos documentos financieros
tan sumamente espesos que generan en ti un estado soporífero y hacen que se
eternicen las horas frente al ordenador. Tanta tabla y tanto número reducen tu
creatividad a la nada e inundan tus días de modorra. Las semanas que toca
cuentas anuales, hasta ir a un cine supone un esfuerzo tremendo.
Menos mal que de vez en cuando te entra algún encarguito de esos que
hacen que te hierva la sangre de emoción. Si tienes la suerte de ocuparte, por
ejemplo, de la traducción de los reportajes de un acontecimiento deportivo como
es la vuelta al mundo a vela, vivirás la aventura como si fueras un tripulante
más a bordo de uno de esos impresionantes barcos. Sentirás, literalmente, que
una ola te pasa por encima.
Porque al fin y al cabo, la traducción es eso: una aventura llena de
emociones que te invita constantemente a descubrir y sentir.
Y tú, ¿has sentido alguna emoción especial con alguno de tus proyectos? ¡Cuéntanoslo!
Y tú, ¿has sentido alguna emoción especial con alguno de tus proyectos? ¡Cuéntanoslo!
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