Crisis, crisis, crisis… llevamos años sin oír hablar de otra
cosa. ¿Pero en qué nos afecta este término tan cargado de significado a los
traductores?
Sin entrar en especificaciones sobre los distintos ámbitos
de especialidad podemos decir que, paradójicamente, el sector de la traducción
no se ha visto golpeado por la crisis, sino todo lo contario. Utilizando un
término económico podríamos decir que nuestro oficio está teniendo un
comportamiento anticíclico con respecto a la crisis económica actual. En los
malos tiempos que estamos atravesando se ha incrementado la demanda de
traducciones tanto por parte de las empresas como de los profesionales
liberarles, que están enfocándose hacia el mercado exterior como alternativa
para afrontar la situación. Así, la traducción se ha convertido en un servicio
muy importante para las empresas españolas en los últimos años y surge
constantemente la necesidad de localizar páginas web, así como de traducir
contratos, cartas, o informes relacionados con esta actividad exterior de los
negocios. Del mismo modo, se ha ampliado mucho la diversidad de idiomas hacia
los que se traduce dado que las empresas quieren que sus productos y servicios
estén presentes cada vez en un mayor número de países. Destaca en este sentido
la apertura a los mercados asiáticos y árabes con todo lo que eso conlleva para
nuestro sector. Del mismo modo, el mercado hispanohablante se ha convertido en
un mercado de interés para los hablantes de otros idiomas por lo que siempre es
una buena opción buscar clientes extranjeros que quieran expandir sus servicios
o productos por España o América Latina.
Lo que no podemos negar es que, a pesar de que la necesidad
de traducir se mantiene (a incluso crece), la capacidad de pago de las empresas
disminuye por lo que el precio de las traducciones sí se ha visto afectado en
cierta medida. Nos referimos al precio por palabra. Algunos clientes están
atravesando una situación económica difícil y no disponen de la misma cantidad de
recursos que antes, por lo que solicitan insistentemente ajustes en las
tarifas. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Desde mi punto de vista, en primer
lugar, no asociar nunca el precio a la calidad de la traducción y en segundo
lugar, no entrar jamás en guerra de precios con los colegas. Lo primero nos
llevaría a sobrevivir a corto plazo, pero a la larga nuestro trabajo iría
perdiendo valor progresivamente hasta abocarnos al fracaso. Es obvio que a largo
plazo la calidad permanece mientras que el precio que se pagó por ella se
olvida o cambia. Lo segundo nos llevaría a arruinar el mercado de la traducción
y, por ende, a los propios traductores. Además, debemos tener claro que la
tarifa que baja nunca vuelve a subir o al menos no sin sangre, sudor y lágrimas.
Esto no quiere decir que los traductores tengamos que
mantenernos ajenos a la realidad de nuestro país y de gran parte del mundo
occidental. No creo que sea un pecado ser flexibles ante esta realidad y
adaptarnos a la nueva situación de muy diversas maneras. Nosotros mejor que
nadie conocemos a nuestros clientes y quizá en algunos casos nos convenga
extender un plazo de pago o realizar un presupuesto por proyecto en lugar de
por palabra. Algunos traductores incluso se están ofreciendo para realizar algunas
gestiones que no son estrictamente de traducción, como solicitar la Apostilla
de La Haya para los documentos que la requieren o tramitar pensiones en el
extranjero, para ofrecer servicios más integrales a sus clientes y a la vez
obtener unos ingresos extra.
Por otro lado, a los clientes que requieran servicios de
traducción les recordamos que invertir en traducción es invertir en imagen. Un
buen proceso de traducción y localización implica por parte de los proveedores
de servicios de traducción el uso de profesionales nativos y especializados,
correctores y revisores diferentes del traductor también nativos y
especializados, y un software profesional adaptado a las necesidades de cada
encargo, todo lo cual redundará en mayores beneficios a medio plazo para usted
y para su negocio en el exterior.
Tras este somero análisis de la situación, creo que podemos
decir que hemos de estar tranquilos ya que, como dijo nuestro colega FernandoCuñado en una entrevista concedida a La Razón: «La crisis no puede con los
buenos traductores».
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