Presentación

Sobre las autoras: Lorena, Elisa y Ana.

jueves, 14 de noviembre de 2013

El intérprete, ¿nace o se hace?

Es una pregunta que llevo haciéndome desde hace muchos años y que hoy planteo aquí para intentar resolverla por fin. Porque, de verdad, tengo serias dudas.
 
Confieso que me matriculé en la licenciatura de traducción e interpretación (hace ya mucho, en 1993) porque quería ser ¡¡intérprete!! Los idiomas y la comunicación me encantaban pero mucho más si se les añadía el tinte de glamour y de dinamismo que implica meterse en cabina. Ya me veía yo con mi traje de chaqueta y mis tacones en la Comisión Europea o en las Naciones Unidas todo el día interpretando en grandes reuniones…
 

Mi gozo en un pozo. Mis profesoras de interpretación, auténticas divas de la profesión según se nos presentaban, decidieron a los pocos días de clase que yo “no valía” para ser intérprete y que me iba directamente a traducción. Así, tal cual. Como si para ser traductor valía cualquiera pero para ser intérprete no. No hubo más que hablar. Allí nadie podía rebatir esa decisión salomónica. Debía ser traductora y… soy traductora.
 
Así lo asumí y desde entonces me he pasado media vida traduciendo todo tipo de documentos, contenta con mi profesión pero, en el fondo, con esa espinita clavada en el corazón.
 
Sin embargo, tiempo después, durante los años que trabajé como profesora de traducción en otra universidad diferente a la mía, pude comprobar que allí cada alumno se decantaba por la opción que prefería. Si uno quería ser traductor, elegía traducción y si uno quería ser intérprete, elegía interpretación. ¡Ostras! ¿Qué está pasando? ¿Pero esto no se decidía en base a unas cualidades innatas a cada individuo? No entendía nada. Miraba a mis colegas profesores de interpretación esperando su oposición rotunda. ¿Nadie iba a decir nada? Y, señores, nadie decía nada…
 
Quise creer entonces que una cosa era que estos alumnos cursaran la rama de interpretación y otra muy distinta sería que pudieran llegar a ser intérpretes profesionales (si en el fondo carecían de “eso” que hay que tener para ser intérprete); pero la realidad es que por motivos laborales he tenido la oportunidad de colaborar con antiguos alumnos de esta universidad y debo decir que son profesionales como la copa de un pino y que ya me gustaría a mí interpretar como ellos lo hacen. Me quito el sombrero.

Así que, aquí me encuentro yo, 20 años después de haber acabado la carrera, intentando encontrar una explicación al hecho de que me impidieran cumplir mi sueño de ser intérprete y analizando a cada uno de los intérpretes con los que me cruzo en mi vida para ver si tienen ese “algo” que yo no tengo. Pero, la verdad, no acabo de tenerlo claro…
 
Entiendo que para ser intérprete se necesitan unas técnicas que se adquieren durante el periodo de formación y mucha práctica. Por supuesto, son necesarios unos requisitos previos como el nivel de idiomas y cultural, entre otros, pero creo que son también necesarios para dedicarse a la traducción y se dan por supuestos una vez superadas las pruebas de admisión a las que fui sometida para entrar en la carrera.
 
Entonces, ¿qué debe tener una persona para ser intérprete que no necesita un futuro traductor? ¿Cuáles son esas características indispensables para poder entrar en cabina? ¿Son los intérpretes de Venus y los traductores de Marte?

jueves, 12 de septiembre de 2013

Interpretando a Mrs. Bottle


Confieso que habíamos previsto  abordar un tema muy distinto para la rentrée de nuestro blog, que, siguiendo los consejos que os dábamos en nuestra entrada Cerrado -o-no- por vacaciones, se ha tomado unas relaxing vacaciones.
 
Sin embargo, el revuelo causado por la intervención de la Alcaldesa de Madrid en la defensa de la candidatura de los JJOO de 2020 lo está pidiendo a gritos: Let’s have a relaxing cup of café con leche y analicemos si de verdad era necesario ofrecer esta imagen tan pobre de los españoles, causada, básicamente, por la falta de nivel de inglés.
 
El simple hecho de que desde el minuto uno a todo el mundo le haya resultado ridícula la actuación de doña Ana Botella demuestra que algo falla. No se trata de un movimiento generado y promovido por un determinado grupo con una intención definida. No. Por una vez, y sin que sirva de precedente, todos los españoles estamos de acuerdo en que esto ha sido una gambada (red gamba y de Denia, of course) y que la imagen de España ha quedado en entredicho. Los de izquierdas, los de derechas, los de Madrid, los de provincias, los jóvenes, los menos jóvenes, los progres, los carcas y hasta los que no se definen. Todos coincidimos. Esto no se hace, Mrs. Bottle.
 
La pregunta que nos hacemos ahora es cómo hemos llegado a esto. ¿A quién debemos colgar del palo mayor? ¿Al gabinete de comunicación que redactó el discurso de la Alcaldesa? ¿Al que lo tradujo y se le ocurrió la genial idea de dejar términos en castellano para dar una pincelada castiza, supongo? ¿Al que recomendó a la Alcaldesa hablar en inglés por encima de todo y prescindir del servicio de interpretación, que haberlo, habíalo? ¿Al que la asesoró en la dicción, el acento, la gesticulación y la entonación? ¿A la propia Alcaldesa que no se grabó antes para verse y oírse? ¿Al peluquero? ¿A todos ellos?
 
Sin duda, lo que realmente sería de agradecer es que los representantes de nuestro país tuvieran un nivel, al menos, de inglés suficiente como para comunicarse con sus colegas y hablar en público sin que se produjeran situaciones como éstas. Pero no vamos a entrar en el debate acerca del nivel de inglés medio que tenemos los españoles, pues eso es flour of another sack. Lo que sí nos planteamos ahora es, teniendo en cuenta el bajo nivel de inglés de algunos de estos representantes, ¿qué es más conveniente? ¿Obligarse a utilizarlo para comunicarse o asumir nuestras debilidades y recurrir a la interpretación?
 
Estoy segura de que si Ana Botella hubiera hablado en castellano en la rueda de prensa y hubiera dejado que los intérpretes tradujeran su discurso ahora no estaríamos hablando de ella. De haberlo hecho, su intervención habría pasado inadvertida y no estaríamos todos haciendo vudú con ella. Pero es que yo creo que de eso se trata: de que el ponente pase inadvertido y que se conceda toda la importancia al mensaje. Por lo tanto, si no tienes nivel para comunicarte en un idioma, déjalo en manos del intérprete para que el contenido le llegue al receptor con claridad y sin distorsiones. Me encantaría poder preguntarles a los periodistas que estaban presentes en la rueda de prensa en Buenos Aires, para saber cuántos de ellos estaban escuchando el discurso y cuántos de ellos estaban pendientes de la oradora y de su espléndida actuación. ¿Cuántos recibieron el mensaje con nitidez y cuántos sintieron vergüenza ajena?
 
No nos olvidemos que el objetivo de toda comunicación es que el mensaje del emisor le llegue al receptor a través del canal. ¡Por el amor de Dios! Que esto lo hemos estudiado todos en Lengua Española de 5º de Primaria... Junto con la fonética inglesa, by the way.
 
Vuelvo a ver los vídeos del discurso de Ana Botella, que en pocos días han tenido más de un millón y medio de visitas en youtube, y no acabo de entender por qué la Sra. de Aznar utiliza los auriculares de interpretación cuando le formulan una pregunta en castellano y por qué se los quita cuando se la formulan en inglés. ¿Existe el daltonismo lingüístico? ¿Era una clase experimental de TEI? ¿Acaso una broma de Wyoming?
 
Sé que ella ya ha purgado sus penas. Bastante tiene, la pobre, con la que le está cayendo estos días. Y también sé que no se le puede echar a ella todas las culpas de que Madrid, a pesar de ser «one of the most comfortable, charming and inviting cities in the world», con mucho «fun» y mucha «welcoming people», se haya quedado sin los JJOO por tercera vez consecutiva.
 
Pero tomemos nota de lo ocurrido, please. Seamos conscientes de que los intérpretes son profesionales que facilitan muchísimo la comunicación y que, al igual que los traductores, ayudan a reforzar la imagen de lo que se está vendiendo, casi tanto como un buen collar de perlas, un Nadal o un 80% de las infraestructuras de gran calidad ya hechas. ¿O era un 90%? Oh my God! I can’t remember me...

lunes, 8 de julio de 2013

Kennen Sie die Deutschen?


Hace unas semanas Ana Bermúdez Carrasco en su entrada Crisis y globalización: ¿la oportunidad del traductor? nos acercaba al concepto de internacionalización: «en medio de todo este proceso las barreras lingüísticas y culturales permanecen y, en su proceso de internacionalización, las empresas necesitan profesionales capaces de canalizar, dar forma, e incluso mejorar las estrategias de sus departamentos de exportación. Profesionales que conozcan las diferencias entre los clientes nacionales y los de otros países. Profesionales que podemos ser nosotros, los traductores e intérpretes, como mediadores lingüísticos y culturales.»

Gracias a nuestra profesión tenemos la oportunidad de conocer aquellos aspectos culturales de otros países que no se enseñan en los libros. Por eso, en esta ocasión me gustaría compartir con vosotros algunas de las cosas que he descubierto viviendo en Alemania y que pueden ser determinantes para no dar lugar a malentendidos al entablar una negociación con empresarios de este país.

¿Es imprescindible hablar alemán para abrirse paso en este país? No imprescindible, pero sí muy recomendable. Últimamente he leído varios artículos en periódicos españoles sobre algunos jóvenes que habían intentado abrirse camino en el mercado laboral alemán y que se habían quedado totalmente desconcertados porque se exige cierto nivel de idioma para optar a la mayoría de las ofertas de trabajo. Pero, ¿los alemanes no hablan perfectamente inglés? Sí, en general, los alemanes tienen un buen nivel de inglés. Incluso las generaciones más mayores cuentan con esta ventaja. Sin embargo, a los alemanes les gusta negociar en su propio idioma. Incluso los grandes consorcios alemanes con plantas de producción en diferentes países suelen mantener el alemán como idioma oficial del consorcio. Por eso, es recomendable emplear un interlocutor que pueda llevar las negociaciones en alemán o un intérprete que facilite la comunicación entre ambas partes.

¿Un retraso de diez minutos puede estropear una negociación? Sí, sin ninguna duda. Los alemanes se caracterizan por su puntualidad. Suelen llegar antes de la hora a una cita y no están acostumbrados a esperar, porque en caso de retraso se avisa con antelación. Así que retrasarse diez minutos puede generar malestar en nuestro interlocutor y, por lo tanto, provocar cierta hostilidad a la hora de negociar. Además, esta falta de puntualidad podría interpretarse como un primer indicio de que no cumplimos nuestra palabra.

¿Debemos tutear a nuestro interlocutor? Nunca. En Alemania, el tratamiento de usted es la principal forma de cortesía. Incluso entre compañeros de trabajo jóvenes se emplea dicho tratamiento (si bien es cierto, que la gente joven pasa a tutearse con cierta rapidez). No obstante, es muy habitual que compañeros que llevan años trabajando juntos continúen tratándose de usted. Lo normal es que la persona de más edad proponga al otro un tratamiento de tú. Para evitar situaciones embarazosas, mi recomendación es esperar a que el alemán proponga dicho cambio en el tratamiento de respeto.

Por otro lado, cabe recordar que en muchas ocasiones los alemanes no saben cómo actuar ante el contacto físico. Por eso, en las presentaciones se deben evitar los besos y las palmaditas en la espalda. Lo más acertado es ofrecer un comedido apretón de manos.

¿Es importante la jerarquía? Los negocios no se conciben sin jerarquía y se respeta sin cuestionarla. En general, las decisiones finales suelen pasar por manos del jefe correspondiente.

En mi opinión, uno de los motivos por el que se impone el tratamiento de usted es precisamente para mantener cierto distanciamiento y, de esta manera, reforzar la estructura jerárquica establecida. En este sentido, por ejemplo, un cliente suele evitar tutearse con un proveedor con el fin de dejar constancia de qué lugar ocupa cada uno en la negociación.

Asimismo, íntimamente ligado con el concepto de jerarquía está el título de cortesía con el que se trata a nuestro interlocutor. En este país, obtener un título académico es digno de admiración y, por eso, dichos títulos pasan a formar parte del nombre de la persona. Si, por ejemplo, su interlocutora ha realizado algún doctorado nos deberemos dirigir a ella como «Frau Doktor Müller» (Sra. Dra. Müller), o si su interlocutor posee una cátedra como «Herr Professor Schmidt» (Sr. Catedrático Schmidt). Aunque para nosotros, los españoles, suena muy pomposo, para los alemanes es una falta de respeto imperdonable no emplear dicho título académico como parte de su nombre. Por eso, si nosotros poseemos algún título académico equivalente deberemos hacer uso de él para aprovecharnos de la nota diferenciadora que nos confiere.
 
¿Es mejor ser más generalistas y conocer un poco de todo o estar muy especializado? Sin ninguna duda, para los alemanes cuanto más especializado estés, más garantía tienen de que puedes llegar a realizar un buen trabajo. El haber tocado muchos campos (por muy relacionados que nos parezcan) es un síntoma de no tener las cosas claras y de haber ido dando bandazos. Por ejemplo, el perfil de un ingeniero de motores de automoción es opuesto al de un ingeniero de motores de electrodomésticos. Para un español ambos son ingenieros industriales; para un alemán, los conocimientos adquiridos en un ámbito de poco te pueden servir en el otro. Por eso, poder demostrar años de especialización es una garantía de éxito.

En este mismo sentido, incluso las funciones de un puesto de trabajo están claramente delimitadas. De vez en cuando, puede ser un poco irritante tanta delimitación porque puede llegar a entorpecer notablemente nuestro trabajo. En ocasiones, a pesar de que nuestro interlocutor disponga de cierta información es posible que no la comparta porque «yo no soy responsable de ese asunto». En esos casos, le remitirán al compañero pertinente encargado del asunto en cuestión…

Uno de los motivos que propician el estereotipo de que los alemanes tienen un carácter sobrio y abrupto es porque «no se andan por las ramas». Tanto en su vida personal como en la laboral van directos al grano y tratan el asunto que les ocupa sin dilaciones. Además, consideran que parte de su trabajo consiste en hacer críticas constructivas para mejorar la relación laboral. Para los españoles recibir una crítica (por muy constructiva que sea) durante los primeros cinco minutos de presentación puede ser una señal de fracaso. Sin embargo, los alemanes simplemente están señalando un punto susceptible de mejora. En ningún caso pretenderían señalar el fracaso de la negociación.

De hecho, si en algún momento tienen que manifestar que no están de acuerdo con algo, lo dicen abiertamente; sin rodeos, ni eufemismos. Los españoles tendemos a decir cosas del estilo «veremos lo que se puede hacer» o «parece interesante» con el propósito de evitar una incómoda negativa directa. Afirmaciones de este tipo pueden ser malinterpretadas por un alemán porque parecen más optimistas de lo que en realidad son. En Alemania un no rotundo es la manera más fácil de delimitar los márgenes de la negociación.

Por último, no quiero olvidarme de mencionar que los alemanes son muy cumplidores con las normas, los acuerdos, las fechas de entrega, etc., que se establecen durante la negociación. Si se han determinado ciertas normas para llevar a cabo un trabajo, alguna razón de ser tienen… No se han redactado de manera fortuita y, por lo tanto, se deben respetar aunque por hacerlo se complique el proceso de un trabajo o se dilate un procedimiento. ¡Las normas están para cumplirlas!

Como conclusión, me gustaría recordar que todas las cuestiones analizadas son una simple opinión personal basada en mi propia experiencia. Por eso, ¿hasta qué punto y en qué aspectos estáis de acuerdo conmigo? y ¿en cuáles discrepáis?

lunes, 1 de julio de 2013

De la elegancia al glamour


En nuestra anterior entrada Dame baguette y llámame tonto hablamos del uso que hacemos de los extranjerismos para aportar un toque de distinción. Ofrecimos varios ejemplos de cómo el empleo de términos prestados de otros idiomas incrementa lo que ya todos conocemos como charme.
En esta ocasión quisiera detenerme en el francés. Porque si hay un idioma elegante por excelencia, ése es el de Molière. De hecho, aunque ahora ya no lo es tanto y ha sido desbancado por el inglés, durante décadas el francés ha sido el idioma de la diplomacia. En la propia Unión Europea era el que se empleaba para las reuniones, aunque desde hace años existen varias lenguas oficiales y, como decía, el inglés le ha ido ganando terreno.
 
Madame Bovary
No obstante, pensar en francés es pensar chic. Enamorarse a los pies de la Tour Eiffel, pasear en bateau mouche, perderse en Montmatre, lucir palmito por la Costa Azul, esquiar en Chamonix o degustar un exquisito champagne en un château de la campiña bretona invita a soñar y a trasladarse a escenarios de cuento al más puro estilo Madame Bovary.
 
Pero más allá de los encantos propios del país, la lengua gala tiene una gran influencia en el resto de idiomas.
 
El ámbito de la moda es un claro ejemplo de ello, empezando por el término «moda» en sí. Según el filólogo y etimólogo Joan Corominas, éste se acuñó a finales del S. XVII entre las clases aristocráticas de Francia, cuando se decía que se vestían «a la moda francesa», es decir, según el gusto francés, a la manera de su corte, para distinguirse de los modelos austeros que se llevaban en la corte española.
También el término «fashion», que parece robado por los franceses a los ingleses, no es sino una evolución del vocablo francés «façon», es decir, una vez más, manera, modo.
En ambos casos se ha utilizado el lenguaje para distinguir capas sociales a través de la vestimenta, que desde sus orígenes ha sido un rasgo diferenciador.
Como bien decía Balzac, para la mujer el vestido es «una manifestación continua de los pensamientos más íntimos, un lenguaje, un símbolo».
Y es que la moda es, al fin y al cabo, un medio de comunicación no verbal.
 
Con esa misma intención  nace el término «Haute Couture» a mediados del siglo XIX, utilizado ahora en todos los rincones del mundo. En contra de lo que se pueda pensar, su creador no era francés, sino inglés. En 1845 el sastre Charles Frederick Worth fue quien dio el primer paso para el establecimiento de este nuevo concepto: la moda creada y diseñada a medida de cada clienta. Se trata sin duda de la manifestación del lujo en su estado puro. Pocas mujeres podían contratar los servicios de este tipo de modistos, que marcarían el inicio de la costura-creación y las maniquíes de moda. Worth inauguró también la era del modisto como dictador de los cambios en el vestir.
 
Frente a esta corriente, aparece por primera vez en París en 1947 la locución «Prêt-à-porter» (listo para poner o Ready-to-wear). Fue en un debate durante el Congreso de la Industria del Vestido Femenino para designar las colecciones en serie de los grandes modistos. Más tarde se generalizó y pasó a ser el conjunto de ropa ejecutada según medidas normalizadas, en oposición a la ropa a medida. Se marcó así el inicio de la democratización de la moda tal y como se conoce en la actualidad.
 
También ese año nacieron dos conceptos que no han perdurado y que definían otras categorías, claramente diferenciadoras sociales: la «Moyenne Couture» (Costura media) para modistos que atendían a una clientela privada sin necesidad de hacer desfiles y la «Petite Couture» (Pequeña costura) para aquellos modistos de barrio que confeccionaban modelos a medida.
 
En definitiva, la influencia del país vecino en el mundo de la moda ha sido determinante para nuestro idioma y nos ha regalado términos tales como boutique, foulard, piqué, crepé, apès-ski, evasé, denim (de Serge de Nîmes), tisú, bustier o culote, entre otros.
 
Mención especial merece la petite robe noire (traje sastre), no sólo por la revolución que supuso para la mujer en el momento de su creación, en 1926 por Mademoiselle Chanel, sino por la carga de elegancia y distinción que contiene este término.
 
Por consiguiente, esta influencia gala nos permite además aportar un matiz a la definición del término «elegancia». Si entendemos que ser elegante es saber qué ponerse en un momento determinado para una ocasión determinada y no destacar, es decir, saber estar, el glamour es el refinamiento.
Trasladado a imágenes, la elegancia podría ser Nieves Álvarez y el glamour, Charlotte Casiraghi.
 
 

 

lunes, 17 de junio de 2013

Crisis y globalización: ¿la oportunidad del traductor?

Por Ana Bermúdez



A nadie se le escapa la situación que están viviendo las empresas españolas en los últimos años. Los datos son cada vez más escalofriantes y parece que no llega el momento de tocar fondo.
La economía mundial atraviesa en los últimos años un proceso de cambio y dinamismo. Los mercados se están unificando, los productos se van estandarizando, las necesidades y los gustos de los consumidores van en la misma dirección en todo el mundo, los canales de venta y distribución son ahora diferentes… En resumen, las barreras comerciales se rompen y el mundo se globaliza.
Ante esta situación, muchas empresas españolas comienzan a plantearse salir al exterior a vender sus productos o servicios optando por el complejo pero acertado camino de la internacionalización.
Sin embargo, en medio de todo este proceso las barreras lingüísticas y culturales permanecen y, en su proceso de internacionalización, las empresas (ya sean pequeñas, medianas o grandes) necesitan profesionales capaces de canalizar, dar forma, e incluso mejorar las estrategias de sus departamentos de exportación. Profesionales que conozcan las diferencias entre los clientes nacionales y los de otros países. Profesionales que podemos ser nosotros, los traductores e intérpretes, como mediadores lingüísticos y culturales.
En diciembre de 2006, la Dirección General de Educación y Cultura de la Comisión Europea publicó un informe sobre los efectos de la falta de competencia lingüística de las empresas sobre la economía europea (ELAN). La muestra utilizada fueron 2.000 pymes y 30 multinacionales con sede en Europa.
Según el informe ELAN: «Un porcentaje significativo de PYME europeas pierde cada año oportunidades de hacer negocios como resultado directo de la falta de competencias lingüísticas e interculturales.»
Respecto a la productividad de las PYME y sus resultados en materia de exportación, el informe recomienda a las empresas europeas, entre otras cosas: «aplicar un amplio abanico de estrategias de gestión lingüística, como la inversión en formación lingüística, la contratación (provisional o permanente) de hablantes nativos de diferentes lenguas, la utilización de tecnologías del lenguaje y el trabajo con traductores, intérpretes, comunicadores y mediadores culturales», ya que de la muestra analizada, las que lo hacen venden un 44,5% más que las que no lo hacen.
En cuanto a nuestro país, vemos en el informe que el 52% de las empresas consultadas han contratado traductores o intérpretes para su comercio exterior. Este dato sitúa a las empresas españolas por encima de la media europea, que está en el 45%.
En relación a la localización de las páginas web, un 62% de las empresas europeas consultadas las adaptaron para el comercio exterior traduciéndolas a otros idiomas. En el caso de España el porcentaje es del 66%, de nuevo por encima de la media. Un 57% la han traducido al inglés, que continua siendo el idioma principal en el que las empresas deciden publicar su web pero se recomienda empezar a tener en cuenta idiomas como el chino, el árabe el ruso y el japonés.
En cuanto a las multinacionales con sede en Europa, el 80% de las consultadas ha contratado en algún momento traductores externos, mientras que el 47% lo hace de manera habitual.
Si pensamos que el informe que estamos analizando es del año 2006 y que el mundo ha seguido girando en torno a la globalización y las empresas decidiéndose por su internacionalización debido principalmente a la crisis que azota los países de nuestro entorno, es de suponer que las necesidades lingüísticas tanto de PYME como de multinacionales habrá aumentado abriendo el abanico de posibilidades de traductores e intérpretes.
Pero vayamos entonces al grano, ¿qué podemos ofrecer los traductores e intérpretes a las empresas que deseen embarcarse en un proceso de internacionalización? A grandes rasgos, ser el primer eslabón de la cadena que permitirá a dichas empresas comunicarse e instalarse en mercados extranjeros hablando el idioma de destino, ya sea por vía escrita u oral. Pero para ser un poco más concretos, ofreceremos aquí una lista de las posibles acciones que una empresa inmersa en este proceso necesitará de nosotros:
  • localización de su página web
  • traducción y traducción a la vista de correspondencia (faxes, cartas, correos electrónicos, etc.
  •  traducción jurada de documentos (contratos, documentación para licitaciones públicas, etc.)
  •  interpretación bilateral (asistencia en ferias y viajes de negocios)
  •  interpretación telefónica (llamadas)
  •  traducción técnica (fichas técnicas de productos, manuales de instrucciones, etc.)
  • edición y revisión de documentos (incluso los redactados en español)
  • asesoramiento lingüístico
En cualquier caso, este listado podría ampliarse hasta el infinito. Lo más importante es que seamos capaces de comprometernos con los clientes (empresas en este caso) y acompañarles aportándoles apoyo y profesionalidad en esta carrera de fondo que es el proceso de internacionalización de una empresa. Una carrera en la que deberemos ser capaces de reinventarnos cada día y estar siempre preparados para adaptarnos a un contexto mundial que se nos presenta como oportunidad.
Lo que yo tengo claro es que una empresa que cuenta con servicios lingüísticos de calidad (internos o externos) tiene gran parte de su éxito garantizado en el exterior, ¿estáis de acuerdo?

domingo, 9 de junio de 2013

Dame baguette y llámame tonto


El otro día alguien comentaba en una merienda de chicas que había ido a una repostería nueva del centro y había degustado un delicioso muffin… por el módico precio de 5 euros. ¡¿5 euros?! Pero si me pido una magdalena de las de toda la vida me dan una docena por el mismo precio, ¿no?
 
Pues así es. No hay nada como utilizar extranjerismos para incrementar el valor de las cosas y darle cierto toque de distinción; ése que nuestros términos en castellano parece ser que no aportan.
¿O es lo mismo tomarse un espresso en el coffee break con unos macarons que un café solo en el descanso con unos pastelitos? 
 



No, lo primero tiene mucha más clase. Y si es necesario pagar un poquito más, pues se paga.
 
Así, si quieres estar a la última en el gimnasio, apúntate a spinning, body pump y aquagym y olvídate de la típica bici, del baile y de la natación.
Nuestros padres disfrutaban con los torneos de tenis pero nosotros nos debemos a los open de pádel, al más puro estilo expresidente del gobierno. Ahí es nada…
 
Y aún te digo más. Porque si ya se empleaba algún extranjerismo para determinada actividad, ahora lo cambiamos por otro y mola mucho más. Practicar footing es de carcas y nada chic.
Si no quieres ser una marginada social debes incorporar en tu vida el concepto running. Viene a ser lo mismo que el footing pero con un outfit muy estudiado, unos accesorios it y una playlist con los top ten en tu Smartphone. Por supuesto, no olvides subir cada una de tus carreras a las redes sociales a través de la app correspondiente porque sino, darling, es como si no hubieras corrido. Bienvenida al mundo de los runners



 
Recuerda: por mucho que la RAE se empeñe en recomendar el uso de términos propios de nuestro idioma tales como la tablavela, seguro que ligas mucho más si eres windsurfista.
Y hablando de ligar, ten en cuenta que ahora lo que se lleva es tener affaires a través de datings. Nada de quedar y tener un rollito…
 
Ya sea para ligar, para practicar algún deporte o para salir a tomar una copita (¿afterwork?), es fundamental estar mona. Déjate asesorar por tu personal shopper -vamos, lo que viene siendo tu asesora de belleza- y aplícate un tratamiento antiaging con lifting incluido para aparentar 10 años menos.
Un buen brushing -¿no era moldeado?-, un poquito de lipstick -¿o era rouge à levres? ¿o carmín? ¿o pintalabios? Ay, ¡qué lío!- un eyeliner waterproof -¿o debo decir waterproof eyeliner?-, y ¡lista para cautivar a todo paparazzi viviente!
 
La moda es sin duda un sector con una tremenda influencia lingüística y las revistas femeninas están plagadas de términos acuñados de otros idiomas: Este verano hazte con una prenda trendy, fashion, minimal, cool o de inspiración pin up y combínala con el must de la temporada en su versión low cost.
Sin embargo, este fenómeno se extiende a otros ámbitos, como el profesional.
 
Traduciendo esta misma semana una denuncia de un ciudadano de París que fue víctima de un robo en una autopista catalana el pasado verano me he encontrado con el término car-jacking en la versión francesa. Pardon? Pues resulta que no es más que eso, un robo de vehículo con violencia al conductor. Y ahí estaba, en la mismísima denuncia presentada a los agentes de la policía de París.
 
También esta semana fui invitada a través de Facebook a participar en un meet up en el museo de la Universidad de Alicante. ¿Un meet up? ¿Y esto en qué consiste? Confieso que no sabía muy bien si me estaban ofreciendo un curso intensivo de arte o una noche de pasión. Con un poco de mieditis pinché en la página del evento y me tranquilizó ver que no debía de ser la única que desconocía el término, pues había un pequeño párrafo que explicaba de qué iba aquello. Según esta página, un meet up es «un colectivo de gente, que se junta para aprender algo, compartir algo, hacer algo. Intercambiar conocimiento». ¡Ahhhhh! ¿Una quedada? Claro, ahí está el truco… Puro marketing.
 
No es lo mismo ser dealer que distribuidor, una it girl que una chica de moda, leer un best seller que un superventas, como tampoco lo es ver un thriller que una peli de miedo. Un thriller es como mucho más scary, ¿no?

lunes, 3 de junio de 2013

XTM Cloud: ¿una alternativa a otras herramientas TAO?

Como en muchas otras facetas de la vida, en nuestra profesión podemos guiarnos por una máxima que no hace sino describir nuestra realidad: «renovarse o morir». Haciendo honor a dicha máxima y con el fin de adaptarme a las necesidades de uno de mis clientes, en los últimos tiempos me he visto en la necesidad de emplear una herramienta TAO que hasta ahora desconocía: XTM Cloud.
¿Qué es XTM Cloud?
Es un sistema de gestión de traducciones y una herramienta de traducción asistida por ordenador (TAO) y, como su propio nombre indica, se trata de un sistema basado en la nube, es decir, está alojado en los servidores de la empresa. Por lo tanto, no es necesario instalar ningún software en nuestro ordenador.
Como sistema de gestión de traducciones XTM permite crear proyectos y establecer los idiomas de trabajo, definir las memorias de traducción que se van a aplicar, asignar los traductores, revisores y editores que van a participar en los mismos, etc.
Como herramienta TAO, permite crear memorias de traducción y bases de datos terminológicas. Al importar el archivo original se convierte a XML y el sistema comprueba si en la memoria de traducción se detectan coincidencias exactas en contexto, coincidencias reutilizables dentro del documento o coincidencias parciales que puedan facilitar el proceso de traducción. Asimismo, la herramienta integra correctores ortográficos, de formato y de puntuación para llevar a cabo los controles de calidad.
¿En qué se diferencia de otras herramientas de traducción?
Como ya he mencionado antes, la principal diferencia de esta herramienta es que no es necesario instalar ningún tipo de software en nuestro ordenador para poder emplearla. Se accede al sistema iniciando sesión desde cualquier navegador lo que propicia una gran flexibilidad ya que esto nos permitiría trabajar desde cualquier lugar con el único requisito de tener acceso a internet.
Editor de XTM Cloud
¿Cómo funciona?
Al iniciar sesión accedemos a una bandeja de entrada en la que están relacionados todos los proyectos que debemos realizar. Al abrir el editor descubrimos que tiene una apariencia muy similar a la de otras herramientas TAO: los segmentos divididos en forma de tabla, con el idioma original a la izquierda y el de destino a la derecha. El segmento traducido se almacena automáticamente en la memoria de traducción cuando se sale de él. La herramienta cuenta con funciones básicas como recuentos, concordancia, buscar y reemplazar, filtros de segmentos, etc.
Tipos de archivos soportados por XTM Cloud
Ventajas e inconvenientes
Una de las grandes ventajas de XTM Cloud es que puede importar muchos tipos de archivos, entre los que podemos destacar los TTX de Trados y los TXML de Wordfast. Esta peculiaridad permite aprovechar los documentos previamente traducidos con cualquiera de estas dos herramientas.
La característica principal de XTM de almacenar toda la información en la nube propicia la colaboración en tiempo real de varios traductores en un mismo proyecto. Como la información introducida por todos los participantes se va memorizando simultáneamente, todos los traductores tienen acceso a los nuevos datos de forma inmediata. El sistema detecta y propaga las coincidencias creadas por traducciones de otros compañeros, destaca las palabras introducidas en la base de datos por otros traductores y permite visualizar los comentarios generados por cambios de algún tipo. Según sus creadores, este sistema de trabajo agiliza el proceso de traducción reduciendo los plazos.
Sin embargo, para mí es un inconveniente que la traducción se introduzca automáticamente en la memoria simplemente al salir de un segmento, si dicha memoria está compartida con otros traductores. Por mi modo de trabajar, no siempre mi primera versión de un segmento es la definitiva. En muchas ocasiones, es en una segunda o tercera lectura en la que la traducción adquiere la forma adecuada. Por eso, en mi caso, debería configurar la memoria para que no valide automáticamente los segmentos y, de esta manera, perdería la ventaja del trabajo en tiempo real.
En mi opinión, parece una herramienta útil para iniciarse dentro del mundo de las TAO ya que es sencilla de manejar y ofrece las funciones básicas. Sin embargo, todavía no he utilizado XTM Cloud lo suficiente para evaluar si es tan completa como otras herramientas con las que pretende competir.
Uno de sus mayores atractivos es su precio, ya que te puedes suscribir por 11€/mes con una limitación de 10.000 palabras mensuales y con dicha suscripción se incluye la asistencia técnica. Además, ofrecen una versión de prueba gratuita durante 30 días.
Por otro lado, también es posible obtener los datos de acceso a través de la agencia de traducción que solicita el uso de esta herramienta. En ese caso, formaríamos parte de sus recursos y accederíamos a través de su suscripción.
Si deseáis profundizar en el uso de esta herramienta os recomiendo un seminario web impartido por Anne-Charlotte Perrigaud en el que explica detalladamente el funcionamiento de XTM Cloud. Asimismo, en la página web de XTM Internacional hay disponibles algunos vídeos y documentos en inglés donde podéis encontrar más información sobre este sistema.
Para concluir, ¿habéis utilizado XTM Cloud? ¿Os parece una herramienta útil? ¿Por qué la recomendaríais o la desaconsejaríais?[i]

[i] Ilustraciones obtenidas del Manual de XTM Cloud.
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